Somos testigos y archivo de nuestra obra.

La pieza posa la huella de nuestra herida.

Posamos el cuerpo devorado.



Masticado, el cuerpo desaparece en la acción.



La herida como resto último de la huella de ser joven.

La herida entre lo que se exige y lo que está velado.


Las imágenes son tan frágiles como nuestra duración. Los moldes son copias también de esa fragilidad. Con apariencia sólida, esos yesos finalmente están destinados a perderse. Igual que los cuerpos, que desaparecen con la memoria.



Ese yeso es copia, archivo y vacío.

Escultura de un quiebre fantasma.



Hoy está  en juego la condición material de la desaparición del medio que sostiene la imagen. Toda imagen "es" mientras dure su soporte. Esa imagen es por fin una imagen que no durará demasiado.



El yeso es la huella de lo que queda.

Las huellas duran lo que dura el cuerpo.

El yeso es lo que resta sin resto.




Vestigio, vestigare, seguir la huella.

El peso de la huella.

El humo sin fuego.

Fabro Tranchida 2016