2024

“Hotsa (hagiografías de barrio)”
Solo show at Wunsch gallery, Godoy cruz 1648, Buenos Aires.

Texto de exposicón por Guillermo Martín Bermejo, Madrid, 2023

“Todavía un poco, y ya no me veréis, y todavía otro poco, y me veréis”
San Juan 16, 16
“Una energía reprimida deseosa de movimiento ”
Roberto Longhi

A principios de los noventa, en la calle Hortaleza de Madrid, había una tienda con el escaparate tapado. Allí vendían películas de VHS y revista eróticas de temática homosexual. Yo era aún muy joven y me daba muchísima vergüenza entrar en ella, pues dicha calle siempre fue muy concurrida.
El interior era bastante sórdido, y al fondo, en cajas de cartón y dentro de fundas de plástico, tenían un repertorio casi inagotable de revistas porno. En aquellas revistas estaban los chicos perdidos, los muchachos bellos llenos de droga y falta de verdadero amor.

Fragilidad en un mundo depredador. Pero, ¿no son estos seres los que más amaba Jesús? ¿No son estos los que aparecen torturados y masacrado en La Leyenda dorada de Santiago de la Voragine? Florilegio de ángeles caídos de mirada triste y sonrisa perdida. Yo los miraba con cierto morbo. Pero al final me di cuenta que era más mi mirada de
artista lo que buscaba en ellos que el verdadero placer carnal.

Más tarde con el tiempo, los redescubrí en pinturas de Rafael y Miguel Ángel. En poemas de Pasolini y en dibujos de Cocteau. Fabro y yo compartimos esa “écfrasis”, esa capacidad de convertir una obra figurativa en una pieza literaria.

Philip Guston, citando al insigne historiador del arte Roberto Longhi, habla de las figuras de Piero della Francesca como bloques continuos de rostro iguales. Los muchachos de Fabro Tranchida podrían parecernos también casi iguales entre sí. Pero precisamente eso es lo que les da una personalidad única. ¿No es, para Hokusai y sus Cien vistas del Monte Fuji, la repetición símbolo de la perfección? Al final en cada mínimo cambio, está la vida.

En esta hagiografía de chicos frágiles, retratos sentimentales de la honda sensibilidad de Fabro, encontramos un amor profundo por la línea (“Haga líneas, muchas líneas...” le decía Ingres a Degas). Esa línea sucia y bellísima, pues refleja la belleza terrible de estos ángeles de barrio.

Todo ángel es terrible, toda pornografía es terrible. Rodeados como estamos de pornografía y analidad constante en las redes, es necesario volver la mirada a estas pinturas de Fabro. Estas delicadas miradas que nos interrogan, que nos preguntan: ¿Qué fue de la homosexualidad como algo diferente, como algo marginal de lucha contra lo igualitario? ¿Dónde está lo secreto, dónde el misterio Porque, no nos equivoquemos, al igualarnos a todos, la homosexualidad ha perdido su realidad: ser un revulsivo de la sociedad aburguesada.

“Para existir hay que exponerse a la fragilidad del mundo, a su misterio y a sus peligros; también muchas veces, a su terrible indiferencia, al absolutismo de la realidad” nos recuerda Joan-Carles Mélich.

Sí, Fabro nos recuerda a través de la mirada herida de sus ángeles caídos, que ellos son, eran, un revulsivo ante el absolutismo de la realidad. Ahora que todo homosexual es “gay” y compran hijos y crean familias “normales”, me encantaría poder volver a entrar sin miedo a esa tienda que ya no existe de la calle Hortaleza y mirar a los chicos de las revistas con amor y profunda fe en ellos.

Fabro, en esta exposición, nos da esta “última cena” con un apostolado de seres fuera de la norma. Nos da una última oportunidad de volvernos en contra de la banalidad de lo normal. Volvernos oscuros, como Verlaine ante su copa de absenta.